Francamente es algo que siempre me ha costado entender.
Estás tranquilo en una playa con bastante poca ocupación, has elegido un sitio lo más alejado posible de tus vecinos más cercanos por la izquierda y por la derecha, nadie cerca a quien molestar, nadie cerca que te moleste y aparece la parejita o la familia de turno que para colmo no suelen ser lo más discretos del panorama y teniendo la playa enterita para ellos solitos... van y plantan su campamento a dos metros (si hay suerte) del lugar que ocupas...
No creo que sea por mi poder de atracción, tampoco porque se encuentren solos y quieran hacer amigos, entonces ¿Por qué?
Lo normal cuando vas a una playa, independientemente de lo concurrida que esté, es situar tus toallas a equidistancia entre los dos convecinos que te toquen en el día, priorizando siempre las posiciones que te permitan mayor espacio con relación a las suyas.
Pero no, siempre existirán berzotas que les importe tres pimientos su tranquilidad (a mí tampoco me importa) y la nuestra (ésta, mucho más) y desde luego, la comodidad (la nuestra, sobre todo)
No lo sé, supongo que a algunos les hará ilusión que podamos oír sus conversaciones cerveceras profundas o quizá ignoren las teorías de los espacios personales y emocionales de distancia social y pública (ésta suele ser de entre 3,5 y 7 metros; menos se considera INVASIÓN).
Incluso pudiera suceder que provengan de una familia de pocos hermanos o que les echen en falta en medio de la muchedumbre playera.
Lo cierto es que no pueden estas solos. ¡No pueden!
Y yo... También me acuerdo de todos sus hermanos... Y hasta de sus primos, sus madres, abuelas y de toda su familia.